sabiduria

Monday, October 2, 2017

EL VIEJO TRISTE


El gran filósofo Kant dice unas palabras que me hacen pensar, dice: “la salida del hombre de su auto culpable minoría de edad” que significa el servirse de su propio entendimiento, de la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo.
Recuerdo cuando era niño, cómodo, con muchos temores por las pláticas aterradoras de los adultos, hojeando un librito que alguien me obsequió, jugando alegre, dependiendo de mis padres queridos que se encargaron de mi supervisión, ahora, se han ido para siempre dejándome en un plano lleno de dificultades, luchas y trastornos que había que resolver satisfactoriamente, sorteando peligros y luchando por construirme un hombre quien precisó de una familia para mi descendencia; fastidiosa y difícil como hermosa tarea, cuya naturaleza propia me hizo subsistir y conquistar una profesión para satisfacer las necesidades inherentes a mi grupito familiar.
No crean ustedes que son muchos los que logran salir de esa “minoría de edad” por esfuerzo espiritual; pero, sin embargo, les vemos ir con paso seguro guiando bien o mal a sus hijos. Inevitable destino humano.
Esta mayoría de edad, en la que se toman muchas decisiones respecto de los hijos ya mayores por cierto, legalmente autónomos, maduros emocional e intelectualmente como para buscar cada uno su pareja y continuar así procreando una descendencia; etapa en la que ya se es independiente.
¿Cuál es en este momento la labor de los padres? Reeducar, ser mentor de sus hijos a través del amor, consejeros cariñosos, procuradores y guía en el campo de la autoestima de un adulto quien a partir de los recuerdos agradables de su niñez, percibe lo dulce de la libertad para tomar elecciones personales, buscar trabajo, ahorrar para días venideros etc...Conviene dejar bien sentado que, si los hijos mayores aún viven en casa de sus padres, ellos tienen autoridad sobre estos hijos imponiendo las normas de vida de aquella familia.
Es más o menos a grandes rasgos la secuencia de la trayectoria biológica que seguimos; el tiempo pasa, no se detiene ni un segundo y deja en el hombre las indelebles marcas por las que se reconocen; por ejemplo, a los 35 años donde aparecen alguna que otra canita, una arruga por aquí, pérdida de masa muscular y las consecuentes
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modificaciones a nivel de familia, el régimen de relaciones es distinto, vemos la partida de nuestros hijos y tomamos conciencia de la temporalidad de la vida, nos volvemos, pues, psicólogos naturales; aparecen las enfermedades, la muerte de miembros de la familia o amigos que a menudo dejan huellas imborrables y tristes en nuestra memoria.
Las crisis se suceden sin descanso, nuestros padres que fallecieron; son momentos en extremo difíciles de sobrellevar; es el tiempo y una saludable aceptación la que nos calma el dolor en el alma para luego seguir adelante.
Poco a poco sobreviene la vejez, es tiempo de crear nuevas relaciones y buscar las distintas maneras de ser útiles; unos, se jubilan y se dedican perezosamente a descansar sus últimos años, otros, nos dedicamos a servirnos de nuestra profesión para dar, para continuar dándole a la humanidad lo que Dios manda; y hay quienes, enfermos, pasan momentos difíciles preguntándose: ¿Por qué me pasa esto si siempre fui cumplidor de las leyes y del amor?
Nos instruimos y nos damos cuenta de que nuestra vida sexual, aunque decrece un poco después de los cincuenta años todavía es activa, aunque nuestra pareja pasa por sus naturales períodos como la menopausia en la que “descansamos” de la actividad sexual, a menos que el varón sea un poco promiscuo y continúe con otras personas “ejercitando” su sexo; pero, nos adaptamos al acontecer físico, psíquico y emocional de nuestra pareja, sea por conveniencia, cultura, necesidad etc. Aunque déjenme decirles que una vida sexual activa y satisfactoria en nuestra ancianidad es signo de bienestar en todos los sentidos.
El problema sobreviene, cruelmente severo cuando lo que debería de ser una etapa hermosa, se vuelve una quemante llama de desprecios, cuando lo ven a uno de reojo, ya nadie entabla conversación con nosotros y parece que pasamos la vida desapercibidos de aquellos a quienes dimos muchísimo amor, cariño, cuidados y les pusimos en el mejor de los caminos hacia el éxito y la grandeza.
Languidecemos, es decir, notamos que perdimos la fuerza, aquellas energías, la lozanía de antaño se fue con el viento de la vejez; y, aunque
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es prácticamente imposible de sentirnos tristes, doblegados, viendo como inexorablemente cambiamos más y más conforme a los días, sabemos que es importantísimo mantener la misma actitud de vida que requerimos en toda nuestra existencia, siempre activos hacia una realidad que no aceptamos pasivamente; sin embargo deseamos vivir más, conocer más, saber que hay en los años por venir.
Y pensamos con cierta amargura: “Si hoy que aún tengo un poco de fuerza, me desprecian, me maltratan verbalmente, y con desfachatez me faltan al respeto sin sentir la más mínima molestia, ¿Qué será después, cuando mis piernas no me puedan sostener y mi voz se haga apenas audible porque no hay fuerza en mis pulmoncitos para hablar con aquel garbo de antaño?
¿Qué será de mí, Dios mío? Si hoy hasta me parece que hasta Usted, Señor, se ha olvidado de mí porque me siento solo, angustiado, ansioso por la falta de cariño a mi persona; porque aunque aún le sirva a mi familia, no me agradecen la tremenda lucha en la que solo el amor me hizo vencer, el deseo de ver realizada a mi hija, al hijo amado, al nieto que tantas veces recogí cuando caía. Y a mi pareja, quien por tener unos cuantos años menos, menosprecia mi figura transformada por el tiempo y cuando tiene la oportunidad me zahiere, es decir, me humilla, maltrata y molesta sin razón.
¿Y es ésta la ley de la vida? ¿Y es todo este sufrimiento necesario para volver a sentir que estoy en una lucha sin cuartel contra una forma de vivir desconocida para mí en la que tengo también que vencer, salir airoso, y esperar que venga por mí la muerte para llevarme al descanso total? O bien, pensar como Don Miguel de Unamuno: “Jamás un hombre es demasiado viejo para recomenzar su vida y no hemos de buscar que lo que fue le impida ser lo que es o lo que será”.
Dr. Alcides  Caballero López         Domingo 27 de agosto 2017

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